martes, 12 de enero de 2010

Jung

Todos nacemos originales pero morimos copias.
Modelos, patrones, íconos humanos, por Dios, ¡qué peste! Cuántas gentes hay que aspiran a seguir ordenadamente lo que les corresponde como buenos ciudadanos o pueblerinos de a pie. No hay cómo huir de esa cita, pues es tan humana que está ceñida a la naturaleza del hombre. Dichoso o no quien pueda ser capaz de esquivarla, acaso para ser peor, o figuretti, de este mundete que se nos acaba.
La muerte vendrá para todos, sean copias hediondas u originales especímenes de una raza consumida por su propia historia, arte y cultura.
La civilización sólo ha permitido al hombre llevarlo al desarrollo exacerbado de sus vanidades. Unos, sin conciencia, se apasionan por crear, "mejorando" lo ya existente. Pero... y el resto qué. No hay posibilidades para todos. Lo sabemos, las garras de la pobreza no podrán con vos. ¡Pamplinas! Si vas pues ya. Si no pues lo intentaste.
Ese es el valor humano que alaban los espirituales. El valor por la vida, por las ganas de seguir constante en una lucha así sea estúpida, lo vale.
No hay que mirar lejos para ver la podredumbre, sólo un espejo.
Y, bueno, antes de morir ven casi todos la luz, se arrepienten y sanseacabó, directo al cielo de sus ilusiones. Tan fácil era la cosa. Ahora pues, continúen en sus fornicaciones, corruptas esperanzas, vilezas y superficialidades, total, si el último segundo de sus vidas piden perdón, nadie les quitará lo bailado y vivirán eternamente en la gloria eterna.
¡Qué horror!